Albada Editorial entrevista a Fra Arun de Madurai, fraile capuchino, ahora que publica la cuarta entrega de “De viaje con Jesús”, esta vez de la mano del Evangelio de San Juan.
- De Tamil Nadu a Barcelona. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
Soy del estado de Tamil Nadu, el estado que queda más al sur de India. Mi lengua materna es el tamil. Hace nueve años no sabía que existía una tierra que se llamaba Cataluña, ni que tenía una lengua propia: el catalán. Hace nueve años, me ordené sacerdote y, en aquel momento, los frailes capuchinos de Cataluña buscaban una posible colaboración con una de las provincias de India. Pienso que fue la voluntad de Dios que escogieran Tamil Nadu. Como la demanda era de frailes jóvenes, el ministro provincial de Tamil Nadu de entonces nos lo pidió a cuatro frailes jóvenes que acabábamos de recibir la ordenación. Así llegué a Cataluña.
- ¿Cuál dirías que es la diferencia principal entre la manera de vivir la fe cristiana en India y la manera de vivirla en Cataluña?
India es una tierra de religiones: el hinduismo, el budismo, el islam, el cristianismo… El hecho es que hay muy pocos indios que se presenten como ateos. En India, la religión no solo sirve para relacionarse con Dios, también sirve para relacionarse con la comunidad, que se reúne los domingos y los días importantes, pero muchas veces también se reúne entre semana.
En Cataluña, en cambio, la fe es tu relación con Dios, principalmente. Esto convierte la fe en un requisito de convicción únicamente personal, y puede dificultar que alguien empiece su camino de fe. A pesar de que entiendo y valoro mucho la gente que tiene esta claridad consigo misma, en mi pastoral en Cataluña también intento incorporar y poner en valor la sencillez y el sentido de comunidad que experimenté en India. La intención es muy fácil de explicar: tanto si sabemos muchas cosas de Cristo como si no sabemos nada, todos somos bienvenidos en la Iglesia porque todos somos hijos de Dios.
- ¿Y cuál dirías que es la principal similitud?
El amor de la gente. Las personas aman a Dios. Muchas veces predicamos que Dios nos ama, pero también tenemos que saber ver que las personas aman a Dios y lo buscan. Y entre nosotros también podemos hablar la lengua del amor. Por ejemplo, mi madre tenía miedo que me fuera a un país tan lejano, pero la gente de aquí me ha acogido como si fuera hijo suyo. Los domingos son días alegres para mí, porque me reencuentro con la misma alegría que viví en India.
- ¿Por qué fraile capuchino?
Realmente, no te lo sabría explicar. Es un llamamiento de Dios. Tengo un tío que es fraile capuchino, y de pequeño le veía con el hábito. Quizás él fue una de las inspiraciones, pero pienso que de naturaleza soy una persona sencilla. Cuando estudiaba en el colegio, me gustaba simplificar las cosas para poder entenderlas. La vida de los capuchinos es sencilla, San Francisco de Asís era una persona sencilla y procuró ver la gente como los veía Dios: todo era bueno (Gn, 1). Quizás Dios sabía que a una persona sencilla le iría bien una vocación sencilla. Repito: no escogí ser fraile capuchino; es Dios quien me llamó a ello.
- ¿Cómo es la rutina de un día normal de un fraile capuchino en Barcelona?
Me levanto a las seis y media de la mañana y a las siete y media tenemos la plegaria de la mañana (laudes). Después voy al convento de las monjas para celebrar la misa. Al volver al convento, desayuno y me pongo a trabajar. El trabajo puede variar. A veces leo, otras veces escribo. Hay días que tenemos reuniones de la provincia y también participo en ellas. Y estudio. Hago el doctorado en psicología social en la Universitat de Barcelona (UB), y haciendo trabajo de la uni se me pasa toda la mañana. A las dos menos cuarto rezamos y a las dos comemos. Después, hago la siesta. Hacia las cuatro y media voy a correr y hago un poco de ejercicio. Es importante la actividad física. Por las tardes, a partir de las cinco y media, recibo a quién necesite confesarse o preparar su matrimonio. O a quien simplemente quiera hablar conmigo. A las ocho rezamos y después hacemos meditación. A las nueve cenamos, y de las nueve y media hasta las once leo o escribo otra vez. Hay excepciones, pero así es un día normal en mi vida.
- Ahora publicas el último libro de la serie “De viaje con Jesús”, esta vez acompañado del Evangelio de san Juan. ¿Qué peculiaridad tiene este Evangelio con respecto al resto de Evangelios?
En el Nuevo Testamento hay cuatro Evangelios canónicos, es decir, cuatro Evangelios reconocidos por la Iglesia católica. Son los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los tres primeros son conocidos como sinópticos, por su estilo similar de narrar el Evangelio. La estructura del Evangelio de san Juan es totalmente diferente: mientras que los sinópticos ponen énfasis en los acontecimientos de la vida de Jesús, el Evangelio de san Juan se centra más en los discursos largos de Jesús. En los sinópticos, Jesús habla más del reino de Dios, pero en san Juan habla más de su unión con el Padre. En términos de cronología, los sinópticos estaban escritos en momentos de persecución de los primeros cristianos, pero el Evangelio de san Juan, que data del 100 d. C., ya está a las puertas del siglo siguiente y presenta Jesús con más profundidad, no desde la urgencia de una situación inmediata, sino como fruto de una contemplación profunda. Sin disminuir el valor de los otros Evangelios, tenemos que reconocer la profundidad del Evangelio de san Juan.
- ¿Cómo se tiene que explicar el Evangelio? ¿Cómo tiene que ser una buena homilía?
No hay una manera concreta de predicar el Evangelio. Dicho esto, es bueno recordar que sin alguien que esté dispuesto a escuchar, el mensaje no tiene sentido. Es importante saber teología. Es imprescindible, incluso. A la vez, también es importante conocer y entender a quién te diriges: cuáles son sus problemas, sus sufrimientos y sus preocupaciones. San Juan dice: “La Palabra se hizo carne” (Jn 1, 14). La Palabra de Dios se tiene que encarnar al contexto de los fieles. Así pues, el predicador tiene que considerar dos realidades: qué dice la Palabra de Dios y qué necesita el pueblo de Dios. Una sugerencia práctica también puede ser empezar la homilía con alguna anécdota o alguna historia. Se necesita una lectura variada fuera del mundo religioso para que la homilía no sea una reproducción de las lecturas que la gente acaba de escuchar. También estoy de acuerdo con lo que decía el difunto papa Francisco: la homilía no tiene que durar más de ocho minutos. Esto necesita preparación. Necesitamos evitar hablar mucho sin decir nada.
- ¿Y cómo se tiene que leer el Evangelio?
La serie “De viaje con Jesús” está intentando hacer lo que te contaba. Tenemos que reconocer que no es fácil leer el Evangelio. A veces, no lo entendemos. Otras veces, nos cansa. A pesar de que en el Nuevo Testamento encontramos los Evangelios ordenados de una manera –Mateo, Marcos, Lucas y Juan–, la serie “De viaje con Jesús” va así: Lucas, Mateo, Marcos y Juan. En este orden –de más “sencillo” a menos “sencillo”– es fácil tener una experiencia personal de Jesús. Si leemos uno de los temas de los libros “De viaje con Jesús” y después leemos el pasaje correspondiente del Evangelio, entenderemos qué quiere decir Jesús. Con un libro que nos ayude o sin libro, tenemos que asimilar lo que hemos leído del Evangelio. Esto requiere tiempo y concentración.
- ¿Por qué es importante leerlo?
San Jerónimo dijo: “La ignorancia de las Sagradas Escrituras es la ignorancia de Cristo”. Primero, es importante para poder conocer a Jesús. Segundo, para conocerte y saber qué quiere Dios de ti. Todos los santos lo adivinaron en la Palabra de Dios, solo con ver los ejemplos de san Francisco de Asís y de san Ignacio de Loyola basta. En tercer lugar, la lectura del Evangelio puede definir tu relación con los demás. Leerlo es relevante para cumplir con los aspectos verticales y horizontales de la vida humana y espiritual.
- ¿La idea de empezar la serie “De viaje con Jesús” nace a raíz de detectar alguna carencia? ¿Los católicos leemos poco el Evangelio?
Sí. Un profesor de teología que tuve me dijo una vez: “leemos muchas cosas sobre la Biblia, pero no leemos la Biblia”. Es verdad. Igual que cuando quieres rezar y entras en una Iglesia, Jesús te espera en la Eucaristía, Dios también te espera en la Biblia que tienes en casa. Cuando la abres, Jesús habla contigo. Pero muchos de nosotros solo tenemos contacto con la Palabra de Dios a la hora de las lecturas de la misa de domingo y ya está. Si damos importancia a los sacramentos y a la oración, no podemos pasar por alto la Palabra de Dios. Tenemos que ofrecer herramientas para revertir esta carencia.
- En “De viaje con Jesús 4” –y en los tres viajes anteriores– usas historias de personas reales, algunas de ellas famosas, para ilustrar los pasajes del Evangelio. ¿Por qué?
Cuando era niño me gustaba explicar historias. Las historias nos enseñan que el Evangelio no es un conjunto de conceptos platónicos: cada cosa que Jesús dice tiene sentido en la realidad de nuestras vidas. Esto se hace evidente en las historias. Nos podemos identificar con algunos personajes de algunas historias y en consecuencia con el mensaje correspondiente del Evangelio de una manera personal. Si las historias crean interés en el lector y me ayudan a transmitir el mensaje del Evangelio, ¿por qué no utilizarlas?
- ¿Nos cuesta relacionar el Evangelio con momentos concretos de nuestra vida?
A veces quizás sí, pero no nos tenemos que culpar. Hay que ver, los problemas que sufrimos y las dificultades que atravesamos. Aprendiendo a relacionarte con los Evangelios podemos encontrar un gran alivio, así como más paz y confianza.
- ¿Cómo lo podemos hacer para hacer del Evangelio oración?
Aprendiendo y fijándonos en los mismos personajes de los Evangelios. Hay el centurión, la mujer cananea que ruega por sus hijos. Hay el ciego Bartimeo que pide: “Jesús, hijo de David, compadécete de mí”. Los apóstoles piden a Jesús: “Señor, danos más fe”. Es tan sencillo como esto. Hablar con Jesús y pedirle lo que nos falta como lo hacen quienes lo tratan en el Evangelio ya es una oración.
- De estos cuatro libros han salido muchas charlas. ¿Qué es lo más enriquecedor que te llevas de ellas?
Esta serie de libros ha traído consigo cierto renombre, sí. A los lectores les encantan las historias y la manera de conectarlas con la vida cotidiana. Ha habido agradecimientos que algunas personas me han hecho de una manera más personal. Por ejemplo, un lector me explicó que leyendo el libro había encontrado confianza cuando estaba en el hospital. Un lector recién divorciado también encontró consuelo en el libro y unos catequistas me explicaron que usan las historias de los libros para contar los Evangelios a los niños de catequesis. Lo que es más importante es que la gente dice que el libro les ha llevado a coger la Biblia y leer los Evangelios. Estoy contento de ser un pequeño instrumento: he podido acompañar a las personas en este proceso personal hacia Dios.
- Con “De viaje con Jesús” se acaban los comentarios del Evangelio. ¿Qué proyectos literarios de futuro tienes a partir de ahora?
En broma, les dije a unos amigos que había pensado en jubilarme de escribir. Escribir un libro no es fácil y pide mucho trabajo. Aun así, tengo en mente la idea de escribir un libro sobre “el desierto”, meditando la experiencia del Éxodo de los israelitas y aplicándola a los desiertos que atravesamos cotidianamente. También me gustaría escribir un libro sobre los acontecimientos de post resurrección de Jesús en los Evangelios, y otro libro sobre el Vía crucis que medite las estaciones de la cruz a través de historias, reflexiones de los santos y virtudes recomendadas por la Iglesia católica. Si Dios quiere, estas intenciones se realizarán.





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Presentación del libro “También hay cielo”. Un viaje íntimo hacia la fe y la vida de Rosa Pich.