Un libro para aprender a asumir la vida con serenidad y alegría. Carlos Lagarriga escribe este dietario de dolor y luz en el hospital del Vall d’Hebron de Barcelona mientras tenía a su primera mujer, Cristina, en la unidad de paliativos, con un cáncer sin remedio. Asimismo, él mismo estaba ingresado en la planta de digestivo.
En estas anotaciones describe las subidas y bajadas de una planta a otra con el gotero y los cigarrillos, el paso angelical de las enfermeras o la irrupción hacha y ruidosa de los gitanos en la quietud aséptica del hospital. También sus fintas al dolor, gracias a su extrañeza por la absurdidad de la vida ya un sentido del humor de hombre culto, agudo y melancólico.
La historia del libro es hermosa. Sus páginas lo son aún más. «Hojas que caen de un árbol», dice Lagarriga. Tienen un toque poético, una elegancia emocional sobrecogedora y vierten de ironía jovial, que hacen que el autor vea los pasillos de urgencias como las calles de los sanfermines o que responda a la radióloga que le pregunta si lleva algo de hierro, que « la salud, por supuesto, no».
Es un libro que, en un santiamén, asusta la incertidumbre, el desamparo y los miedos a manotazos de fe de esperanza y de buen humor porque, como dice la dedicatoria, «Nuestras antorchas se apagan, pero una gran luz nos espera»